
El contexto es una entidad sintética: siempre es el producto de múltiples agregaciones, de las cuales apenas una ínfima parte representa el entorno percibible y notado.
El análisis como método cognitivo, consiste en la desagregación, en la desintegración de elementos, lo que necesariamente significa la descontextualización de los mismos.
De aquí la pregunta: ¿puedo analizar el contexto para poder comprenderlo? ¿No estaría desnaturizándolo al analizarlo, si lo entiendo como una entidad sintética? Y en última instancia: ¿es posible comprender algo alienándolo? ¿No terminaría conociendo el producto de dicha alienación en lugar del objeto original?
Si una primera y rápida intuición dice que no es posible entender cualquier multitud dividiéndola en unidades (básicamente porque las entidades múltiples son en esencia interacción entre muchos, procesos “in-between” y no meras sumatorias de piezas), ¿cuál es el tratamiento apropiado para estudiar al contexto?
¿Cuánto pierdo del conocimiento del médano separándolo en granos de arena? ¿Analizándolo llegaré a entender patrones de formación o a crear un modelo de su dinámica en el desierto?
En definitiva, ¿cuál es la forma de comprensión de un contexto?
Cuando miramos una pequeña luz en la oscuridad, débil y lejana, esta suele desaparecer al coincidir recurrentemente con el punto ciego del ojo.
Cuanto más intentamos verla de forma directa, menos podemos hacerlo.
Los marinos tienen un truco para resolver esto (muchas veces deben identificar y rastrear luces débiles en la oscuridad), y este consiste en no observar a la luz de forma directa, sino utilizando la visión periférica, es decir, dejando de mirar directamente el objeto de interés pretendiendo observar un punto cercano, a uno u otro lado.
En algo esta costumbre tiene que ver con la comprensión del contexto: si lo miramos usando nuestra visión periférica, no lo anularemos en nuestra observación.
El primer problema que debemos evitar al observar un contexto, es detenernos en sus componentes. Esto equivaldría a saborear un poco de harina, un poco de levadura, una pizca de sal y un trago de agua pretendiendo hacerse a la idea del sabor del pan.
Los contextos son multitudes indivisibles; los adjetivos y características que asociemos a ellos deben ser globales y colectivos.
El segundo problema que atenta contra la comprensión de un contexto es alienarlo en su calidad de “fondo”.
En el entendimiento de un contexto, siempre corremos el riesgo de alienar su naturaleza al enfocarnos en él: si el fondo pasa a ser figura, deja de ser fondo.
Este segundo aspecto refuerza la calidad elusiva del contexto y vuelve a mostrarlo como al objeto escurridizo que es: debemos observarlo prácticamente haciendo de cuenta que no lo hacemos; como si de un animal extremadamente tímido y desconfiado se tratase.
Ambas cuestiones, la imposibilidad de su disección sin trastocar su organicidad y la imposibilidad de enfocarlo para no transformarlo de fondo en figura, terminan imponiendo la necesidad de métodos sintéticos y no analíticos para su correcta comprensión.
Sirva todo lo dicho en las líneas anteriores como base para responder la pregunta del título: ¿Análisis del contexto? No si lo queremos vivo, sí si no nos importa tenerlo como a un elefante embalsamado de un museo de historia natural…
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